En el breve poema en prosa Los ojos de los pobres, Baudelaire sienta en la terraza de uno de esos cafés dos maneras de mirar la ciudad: una superficial y embelesada por su modernidad y otra sensible a su palimpsesto.
Dice el poema que la pareja de enamorados, tras un largo día que les “pareció corto”, se sientan en “un café nuevo que hacía esquina a un bulevar nuevo lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir”. Con el pasado aún desperdigado por el suelo, el café inconcluso y doblemente nuevo tiene prisa y hambre de la también nueva clientela. Entonces, el enamorado que hace de narrador repara en tres posibles antiguos inquilinos de esta zona antes de la salvaje reforma, un padre con sus dos hijos pequeños, “todos harapientos”, que miran el nuevo café con “admiración” mientras asumen para sus adentros: “¡qué hermoso!, ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!”.
Esta familia se presenta como testigo y víctima de la osadía de Haussmann de trasladar brutal y rigurosamente la imagen del plano a la realidad urbana. Cruel quimera, pues las ciudades no son sólo mapas, son, de hecho y sobre todo, su gente. Perseguir la perfección mata las posibilidades como nos enseña el pertinente cuento de Borges Del rigor en la ciencia[3], donde un imperio llevó hasta el límite el arte de la cartografía y en su afán de minuciosidad, los mapas alcanzaron el mismo tamaño que el territorio que representaban, convirtiéndose en inútiles y siendo abandonados; véanse los ensanches de Vallecas o el Cañaveral. Haussmann creó el París monumental y frío que conocemos a costa de expulsar a sus verdaderos habitantes a las periferias.
Continúa el poema y el narrador se “enternece” ante la fascinación de la familia de pobres a la vez que se avergüenza del banquete que se está dando y aborrece la “impermeabilidad” de su acompañante que llega a proponer pedirle al dueño del café que aleje esos insoportables “ojos tan abiertos como puertas de cocheras”. Aunque sentados en el mismo lugar, el narrador es sensible al pasado del mismo y empatiza con los recién desposeídos, mientras que su pareja solamente ve intrusos.
Grabación, mezcla y masterización: Diego G. Carballal.
Ambientación musical; arGen (bajo licencia).
SONORUM LITERARIA es producido en Montevideo, Uruguay por Sin Filtro Uy producciones.