En ese año 2000 el Papa ya pudo hablar en pasado de su peregrinación a Tierra Santa, misma que no pudo completar debido a que en la antigua Ciudad de Ur, en Caldea, la antigua Mesopotamia, hoy tierra de Irak, las condiciones políticas imperantes en Palestina no lo permitieron, como tampoco permitieron la celebración de la Navidad con toda la solemnidad caracteriza a estos rituales. Sin embargo, fue el primer Papa en realizar un viaje “virtual” a aquellos lugares a los que no pudo asistir, otra de las novedades del nuevo milenio.
Pero sí pudo estar en el Monte Sinaí, si bien no llegó al lugar en donde Dios le entregó a Moisés las tablas que contienen los Diez Mandamientos. Lo que no pudo lograr fue reunir en dicho lugar a los Jerarcas musulmanes, judíos y cristianos. El Papa comentó que los 10 mandamientos no son la imposición arbitraria de un Dios tirano, sino que representan la única base auténtica para la vida de los individuos, de las sociedades y de las naciones, pues dijo estar convencido de que constituyen el único futuro de la familia humana, porque la salvan de la fuerza destructiva del egoísmo, de la mentira y del odio, del afán de poder y de placer que degradan la dignidad humana.
Totalmente icónico y conmovedor resultó el momento en el que el Papa se ubicó en el sitio desde el que Moisés miró por vez primera la Tierra Prometida, a la que no pudo entrar, Estamos hablando del monte Nebo, desde donde la mirada del Papa, alcanzando el horizonte, miraba el valle del Jordán, el Mar Muerto y Jericó, sin lograr salir de su asombro por estar mirando lo que habían visto los ojos de Moisés. Desde ahí dedicó todo su viaje a Jesús, quien en esa tierra había nacido, vivido y muerto.
Fue recibido como peregrino de la paz, tanto en Jordania, como en Israel y en la misma Belén, pues abogó por una paz justa, para todos, y por una mejor relación entre judíos, musulmanes y cristianos. Lamentablemente, como podemos constatar en nuestros días, esta paz no ha sido posible.
El rey Abdullah de Jordania le dijo que su presencia recordaba a todos que “la potencia del amor es más fuerte que el conflicto y el odio”.
El presidente israelí Ezer Weizmann, lo calificó como “hombre de paz y artífice de paz”.
El líder palestino Yasser Arafat lo acogió con conmoción recordando a Jesús, “profeta del amor”. Hasta aquí algunos de los valiosos datos que tomamos de la obra de Valentina Alazraki.
En fin, todos los lugares y momentos memorables que tuvo el Papa a lo largo de esa anhelada peregrinación seguramente marcaron su homilía del año del nuevo milenio, con algunos rasgos como los que se comentan a continuación:
Manifestó su temor por toda la situación del Medio Oriente, cuya delicada situación continúa en nuestros días. Sin embargo, nos invita a que no vacile la confianza, pues “hoy nace el que da al mundo la paz”.
Y conmina a este “Príncipe de la paz” para que camine y acompañe a la Iglesia en los caminos que se le abren en este nuevo milenio.