En este segmento, quiero compartir una parte de mi vida, una serie de pérdidas que me han marcado de una manera profunda... En menos de un año, tuvimos que enfrentar la muerte de tres seres amados: Mi abuelita, Chenita, mi madrina Yolanda y mi amado padre, Tití.

La pérdida de un ser querido es una experiencia desgarradora, pero enfrentar tres pérdidas tan cercanas en un período tan corto de tiempo es abrumador. Es como si un torbellino de dolor se apoderara de mi corazón, dejándome en una profunda tristeza y desconcierto.

Estas pérdidas consecutivas me llevaron a cuestionar la naturaleza de la vida y la muerte, a explorar el significado de la pérdida y cómo lidiar con el dolor abrumador que dejan. Me veo sumido en una profunda reflexión sobre el propósito de la existencia y la efímera naturaleza de nuestra vida en este mundo.

En medio de la oscuridad y el dolor, también encontré una oportunidad para crecer y encontrar fuerza (no había opción). Aprendí a abrazar los recuerdos, a celebrar la vida de aquellos que se han ido y a mantener vivo su legado a través de mis propias acciones y palabras.

Aunque la pérdida de mis tres seres queridos en tan poco tiempo dejó una marca imborrable en mi alma, también me recordó la importancia de valorar cada momento y de amar incondicionalmente a quienes aún están a mi lado. Aprendí a ser más consciente de las bendiciones que tengo en mi vida y a no dar por sentado ningún instante de felicidad.

Les comparto esta parte de mi historia para recordarles que el dolor y la pérdida son parte inevitable de nuestra existencia. Pero en medio de la tristeza, también hay espacio para el crecimiento, la resiliencia y el amor (aunque sigo buscando ese espacio en este caos).

Gracias a todos por sus muestras de amor y de cariño. Por no dejarme. Por haberme dejado. Por tanto sin merecerlo. ¡Benditos sean!

Con todo el dolor de mi corazón,

Héctor Guillén Ce.