En septiembre de 2012, Mario Miralles, un vecino de Ontinyent que llevaba una vida aparentemente normal, es hallado muerto en su domicilio con una bolsa de plástico en la cabeza y las manos atadas a la espalda. La Policía Nacional busca durante meses a alguien capaz de odiar tanto a Mario como para matarlo. Pero no lo encuentra. Finalmente, los agentes aceptan que tienen que repasar los hechos desde otro punto de vista. Entonces todo cobra sentido.

Han aparecido unas piernas dentro de una bolsa de basura en medio de la maleza del monte Rontegui, al lado del bloque de pisos donde vivían la víctima y su pareja. La mujer se convierte en la principal sospechosa del crimen y del descuartizamiento del novio. Pero el resto del cadáver no aparece y la Ertzaintza deberá demostrar ante un jurado popular que ella fue la autora material del crimen. No va a ser fácil.

Una mujer acude a una comisaría de la Ertzaintza para denunciar la desaparición de su compañero sentimental, un hombre de 62 años que lleva una semana sin dar señales de vida. Cuenta a los agentes que su pareja se ha ido de viaje con un traficante para conseguir dinero y saldar una deuda. El entorno del desaparecido sospecha de la mujer. Una batida en un monte cercano al piso que ambos comparten dará pistas importantes sobre el caso.