• MANTENER LAS PRIORIDADES

  • Mar 13 2025
  • Duración: 2 m
  • Podcast

  • Resumen

  • Lee Deuteronomio 13:1–18

    A menudo salgo de casa temprano para ir al trabajo. Es parte de la realidad de vivir en la región metropolitana de Chicago. A veces me visto a oscuras para no despertar a mi esposa. De vez en cuando, cuando me pongo una camisa, me equivoco con el botón superior y luego descubro que lo tengo torcido. Si te equivocas con el primer botón, el resto simplemente no funciona.

    El primer mandamiento que Dios le dio a Israel en el Sinaí fue de suma importancia: “No tengas otros dioses además de mí” (Deuteronomio 5:7). Si Israel se equivocaba con este “botón”, sería imposible seguir fielmente al Señor en cualquier otra área de su vida.

    Deuteronomio 13 destaca la importancia del primer mandamiento. Moisés advirtió a Israel que si alguien (un líder religioso, un miembro de la familia o el gobierno de la ciudad) intentaba desviar a la gente y adorar a otros dioses, sería juzgado con severidad. Moisés ordenó claramente: “Así erradicarás el mal que haya en medio de ti” (v. 5). Había demasiado en juego.

    Imagínate esto en el contexto de una relación matrimonial. No importa quién te diga que no seas fiel a tu cónyuge, un compañero de trabajo, un mejor amigo o un padre, no debes escucharlo porque destruiría tu pacto matrimonial. De la misma manera, el llamado principal de Israel fue su relación con el Señor.

    También hemos sido llamados a esta relación exclusiva con Dios hecha posible por la obra del Señor Jesús. Necesitamos proteger esa relación de las falsas enseñanzas y los ídolos que compiten por nuestra lealtad. Como Pablo le recordó a la iglesia de Galacia: “Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara acerca de unas buenas noticias distintas de las que hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!” (Gálatas 1:8).

    • ¿Qué podría interponerse entre tu relación con el Señor? ¿Cómo puedes proteger tu amor y obediencia a Dios como lo más importante?

    Ora con nosotros

    Gracias, Padre, porque podemos conocerte a Ti, el único Dios verdadero. Gracias, Dios misericordioso, por Jesucristo, la Vid verdadera. Nos regocijamos de que por gracia hemos sido injertados en Él para dar buen fruto.

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