Episodios

  • 643. El viaje al infierno
    Mar 19 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Un joven peregrino fue llevado por Dios de visita al infierno. Al regresar, un anciano le instó a contar lo que había visto mientras iba y venia del infierno

    —Cuéntame lo que has visto —dijo el anciano.

    —Vi un puente de plata —contestó el peregrino—. Bajo el puente había una caldera enorme donde hervían cabezas humanas. Sobre ellas volaban águilas que las sometían a tortura con sus picos.

    El anciano asintió con gravedad.

    —Ese es el eterno tormento que hay en el infierno ¿Qué más has visto?

    —Después pasaba yo por un pueblo donde se oían alegres canciones y diversión. Pregunté: “¿A qué se debe esta alegría?”. Me contestaron que habían tenido una muy buena cosecha, y que vivían en la abundancia.

    El anciano sonrió.

    —Es la gente de Dios que vienen subiendo lentamente al cielo. están dispuestos a dar de comer a todo el mundo; ningún pobre se alejaba de sus casas sin quedar bien atendido.

    —Después vi a dos perras que se peleaban en un camino. Quise separarlas, pero no logré hacerlo.

    El anciano frunció el ceño.

    —Eran dos nueras. ¿Qué pasó después?

    —En otro pueblo, vi lágrimas y tristeza. “¿Por qué están tan tristes?”, pregunté. Y me contestaron: “Porque el granizo estropeó nuestros campos, y ahora ya nada nos queda”.

    El anciano suspiró.

    —Allí es donde vive la gente que no conoce la sinceridad y la honestidad

    —Después vi cómo se peleaban dos cerdos. Quise separarlos, pero no logré hacerlo.

    —Se trata de hermanos que no estaban de acuerdo. ¿Qué más viste?

    —Estuve en una pradera maravillosa. Podría estar allí tres días sin moverme, contemplando tanta hermosura.

    El anciano sonrió nuevamente.

    —Es el paraíso, en el otro mundo; pero es difícil llegar ahí.

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  • 642. La aguja y el hilo
    Mar 17 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez una modista que era reconocida por su habilidad para cocer elegantes vestidos. Esta modista era usualmente llamada por la princesa cuando iba a participar de una fiesta en aquel reino.

    La costurera hábil y dedicada recibió el emisario de la princesa en su taller con el urgente llamado para que fuera lo antes posible a las habitaciones de la reina para que le cociera un vestido de fiesta. Raudo salió la costurera hacia el castillo con sus equipo de cocer y allí encontró junto a la princesa una bella tela de tonos plateados y dorados que estaba lista para ser cortada y cocida formando el vestido.

    La Costurera tomo las medidas de la princesa, y con agilidad corto la tela utilizando para ellos los patrones de un excelente y majestuoso vestido. Allí mismo saco con gran pulcritud la aguja y un carrete de hilo de igual color que la tela. Tomando uno a uno los pedazos de tela cortados y con hábiles manos empezó a juntar los pedazos de aquella tela suave, sedosa y brillante.

    Mientras la costurera trabajaba, la aguja que la costurera tenía en sus manos comenzó a dirigirse hacia el hilo que tenía pasando por su orificio mientras que orgullosa de su papel en la faena de configuración de vestidos le decía.:

    Oye tu señor hilo, te has dada cuenta como la costurera esta totalmente pendiente de mi. Yo soy la única que le puedo ofrecer a ella la habilidad de pasar entre los sedosos pliegues de la tela. Soy yo la que va de aquí para allá en sus dedos, pegadita a ellos, perforando hacia abajo y hacia arriba, sin duda alguna yo soy la que tengo el poder de crear la magia.

    El hilo, sin responder, simplemente continuaba su camino. Cada orificio que la aguja abria por la aguja era llenado en seguida por él, sin decir nada. Simplemente permanecía atento y callado. Su función era cumplir con su trabajo y sabía que no debía prestar atención a nada más y menos a palabras necias. silencioso y activo, como quien sabe lo que hace y sabiendo que nada ganaba tratando de debatir con las palabras insensatas. La aguja, viendo que no le respondía, también calló y prosiguió su camino a lo largo de aquel bello vestido. Y era todo silencio en la salita de costura; no se oía más que el plicplic-plicplic de la aguja en la tela.

    La costurera trabajó incansablemente, día tras día. Cuando caía el sol, doblaba la prenda hasta el otro día y cuando salía el sol prosiguió con su tarea, hasta que el cuarto día terminó su obra y aguardó la velada del baile.

    Llegó esa noche, y la princesa se preparó para el evento. La costurera como es la costumbre le ayudo a vestirse prestando atención a cada detalle y para ello llevaba siempre la aguja en su pechera para que rápidamente pudiera solucionar algún detalle de ultimo momento

    Mientras terminaba el vestido de la bella dama, tirando de un lado y de otro, recogiendo de aquí o de allá, alisando, abotonando, abrochando… el hilo, para mofarse de la aguja, le preguntó:

    Hoja Aguja llego el momento final

    —Y bien, dígame ahora quién irá al baile en el cuerpo de la princesa, quien hace parte del vestido y la elegancia de la princesa. Quien va a acompañar a la princesa en cada momento mientras baila con los diplomáticos más importantes de la región. Quien escuchara la música y podrá danzar con cada tonada. Pero usted mi querida aguja volverá al oscuro cajon del costurero donde deberá permanecer mucho tiempo hasta que haya otro vestido. Yo en cambio estaré con la princesa disfrutando de palacio.

    La aguja no dijo nada; pero un alfiler,

    —Espero que hayas aprendido, la lección. Te ufanas de hacer tu trabajo y no entiendes que solo debes sentirte orgullosa de ti misma, sea po

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  • 641. Los sueños de riqueza (india)
    Mar 15 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un hombre llamado Sybha. que vivía en la india en un pueblo o que se llenaba de flores y pájaros durante la primavera. Sybha, un hombre humilde y trabajador pocas veces tenía la fortuna de tener algo más que lo necesario para comer durante un día. Pero aquel día , tuvo la suerte de conseguir una olla repleta de harina de arroz. Con mucho cuidado, Corrio a su casa y con mucho cuidado la colgó de un clavo en la pared, justo al lado de su cama, de manera que al acostarse no la perdiera de vista.

    Esa noche, la luna brillaba intensamente en el cielo, pero Sybha no pudo dormir. Estaba demasiado emocionado por su buena fortuna. Estos eran los pensamientos que le quitaban el sueño:

    "Esa olla que me han dado los dioses está llena de harina de arroz. Como ahora estamos en una época de escasez de alimentos, podré venderla por cincuenta monedas de plata. Con esas monedas podre salir al mercado de animales y me compraré dos cabras.

    Se que las Las cabras crían cada seis meses, por lo que en poco tiempo tendré un rebaño que pondré llevar al mercado para venderlas Con lo que me den por esas cabras podre comprare algunas vacas. Cuando las vacas hayan parido, voy a vender las terneras. Con las vacas compraré búfalos Con los búfalos podre criarlos y hacerlos fuertes y los llevare a vender y comprare una buena recua de yeguas embarazados. Cuando las yeguas hayan tenido cría, seré dueño de muchos caballos. Vendiendo los caballos tendré gran cantidad de oro. Por el oro me darán una casa de tres pisos. Entonces vendrá a mi casa un gran señor, y me pedirá que sea socio en sus negocios. Con el me hare muy rico y tendre un establo lleno de caballos y múltiplos trabajadores que me cuidaran mis caballos. Y si alguno de ellos maltrata algún caballo le dare un puntapie. Y acto seguido mando la pierna simulando el puntapie

    Tan metido estaba el hombre en sus pensamientos, que dio un puntapié en el aire y rompió la olla, quedando completamente cubierto por la harina de arroz. La harina se esparció por toda la habitación, cubriendo los muebles y el suelo, y Sybha quedó blanco como un fantasma.

    Al escuchar el ruido, su esposa se despertó sobresaltada y, al ver a su marido cubierto de harina, no pudo contener la risa. Entre carcajadas, le dijo:

    · ¡Sybha! ¿Qué has hecho? ¡Pareces un espíritu de arroz!

    Sybha, avergonzado y frustrado, le explicó sus pensamientos y planes. Su esposa, aún riendo, le respondió con ternura:

    · Mi querido esposo, soñar no está mal, pero no olvides vivir en el presente. A veces, los planes más elaborados pueden desmoronarse con un simple error. Aprendamos de esto y sigamos adelante juntos.

    Con esas palabras, Sybha se sintió un poco mejor. Aunque sus sueños de riqueza se habían desvanecido, sabía que tenía a su esposa a su lado para apoyarlo. Y entonces quedó claro que aquel que hace planes para un futuro demasiado lejano, puede llegar a quedar en blanco como Sybha. .

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  • 640. Los hijos de Nut (leyenda Egipto)
    Mar 12 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez Hace mucho tiempo, Ra, el señor de todos los dioses, aún reinaba sobre la Tierra como faraón. Vivía en un enorme palacio a orillas del majestuoso río Nilo, cuyas aguas eran la fuente de vida para todo Egipto. El palacio estaba adornado con columnas de piedra tallada y decorado con frescos que narraban las hazañas de los dioses. Todos los habitantes de Egipto acudían a presentarle sus respetos, llevando ofrendas de oro, incienso y mirra. Los cortesanos, vestidos con túnicas de lino fino y joyas de lapislázuli, no dudaban en complacerlo, y él pasaba el tiempo cazando en los vastos desiertos, jugando a juegos de mesa como el senet y celebrando fastuosas fiestas en los jardines del palacio. ¡Una vida realmente placentera!

    Pero un día llegó a palacio un cortesano que le contó una conversación que había oído mientras estaba navegando por el Nilo. . A las orillas del Nilo vio a Thot, el dios de la sabiduría y la magia, sentado junto a la Nut. El cortesano pudo oír cuando Thot le decía a la diosa que algún día su hijo sería faraón de Egipto. Ra se puso muy furioso ya que pensaba que Nadie salvo él era digno de ser faraón.

    . Caminaba de un lado a otro en la sala del trono, cuyas paredes estaban cubiertas de jeroglíficos sagrados, gritando

    -¡Cómo se atreve Thot a decir eso! ¡Ningún hijo de Nut me destronará!

    Reflexionó sobre ello largo tiempo, al cabo del cual, tras invocar sus poderes mágicos, lanzó la siguiente maldición:

    Ningún hijo de Nut nacerá en ningún día ni en ninguna noche de ningún año".

    La noticia pronto se extendió entre los dioses. Todos decían que debido a esa maldición no podría nunca Nut tener un hijo porque cerraba las oportunidades de procrear en algún día del año. Cuando Nut se enteró de la maldición, se sintió muy apesadumbrada. Deseaba un hijo, pero sabía que la magia de Ra era muy poderosa. ¿Cómo podría romper el maleficio? La única persona que podía ayudarla era Thot, el más sabio de todos los dioses, así que fue a verlo.

    Cuando Nut llego donde Thot este se compadeció inmediatamente de ella La veía llorar desconsoladamente y se encontraba muy demacrada. Cuando Nut le explicó que su deseo de tener una hijo se hacia imposible debido a la maldición de Ra.

    Thot que era un ser inteligente y sabio le dijo.

    No puedo romper la maldición de Ra, pero puedo tratar de evitarla. Espera aquí que voy a hablar con el dios Luna.

    Thot sabía que Jonsu, el dios Luna, era jugador, así que lo retó a una partida de senet que era un juego que se jugaba en un tablero con 30 casillas y piezas para dos jugadores Jonsu no pudo resistirse ya que su pasión por el juego era bien conocida y rápidamente cedió al desafío.

    ¡Oh, Thot! -exclamó-. ¡Tal vez seas el dios más sabio, pero yo soy el mejor jugador de senet! No he perdido ninguna partida en toda la eternidad así que Jugaré contigo y te ganaré

    Los dos se sentaron a jugar en una mesa de ébano incrustada con marfil. Thot Gano esa primera partida y Jonsu en un arranque de furia dijo.

    Has tenido suerte, Thot - Apuesto una hora de mi luz a que te gano la siguiente partida

    Thot sonriendo le acepto la siguiente partida de Senet y esta vez Thot volvió a ganarle a Jonsu una nueva hora de luz. Y obviamente Jonsu volvió a retar a Thot a nuevas partidad y todas y cada una de ellas las iba perdiendo ante el inteligente y hábil Thot.

    En total Thot le había ganado a Jonsu la luz equivalente a 5 días así que con gran cortesía se levantó de la mesa llevando consigo la luz de esos días y comenzó a caminar lejos de el confundido dios Jonsu

    Jonsu que nunca había sido derrotado leva

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  • 639. La figura de cera.
    Mar 10 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en un pequeño pueblo, un talentoso escultor llamado Arturo. Arturo era conocido por su habilidad para crear figuras de cera que parecían tan reales que la gente a menudo se detenía a admirarlas, maravillados por su realismo. Sin embargo, Arturo tenía un sueño secreto: crear una figura de cera que fuera una réplica exacta de sí mismo.

    Durante meses, Arturo trabajó incansablemente en su taller. Cada día, se miraba en el espejo, estudiando cada línea y cada arruga de su rostro. Con manos hábiles y ojos atentos, esculpió la cera, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Finalmente, después de mucho esfuerzo, la figura estuvo terminada. Era tan realista que parecía que Arturo tenía un gemelo.

    Arturo decidió mostrar su obra maestra al pueblo. Colocó la figura en la plaza principal, donde todos podían verla. La gente se reunió alrededor, asombrada por la semejanza. "¡Es increíble!", exclamaban. "¡Es como si Arturo estuviera aquí mismo, pero hecho de cera!"

    Pero Arturo tenía un plan secreto. Esa noche, cuando el pueblo estaba en silencio y todos dormían, Arturo se deslizó hasta la plaza. Con cuidado tomo la figura de cera y la llevo a un cobertizo cercano donde Arturo almacenaba sus instrumentos. Allí , se cambió de ropa con la figura de cera y luego dejando a la figura en el cobertizo con sus vestimentas de artista tomo el lugar de la figura en el pedestal. La figura de cera, ahora vestida con los atuendos de Arturo, permaneció inmóvil oculta a todos los lugareños mientras Arturo se hacia el inmóvil esperando que salieran los habitantes y pasaran frente.a el, Salió el sol y todos los habitantes comenzaron a desempeñar sus funciones cotidianas.

    El sacerdote paso frente a Arturo vestido con la ropa de la figura de cera y sin mirarlo siquiera siguió su camino rumbo a la iglesia. Allí toco las campanas de misa y muchos habitantes del pueblo salieron de sus casas rumbo a la misa, pasando al frente de Arturo y ninguno se percato que era Arturo el representado allí.

    Pero con las horas Arturo comenzo a sentirse cansado y decidio desenmascarar su patrana. Pero para su sorpresa no podía moverse. Por mucho que lo intentaba su cuerpo no respondia y cada uno de sus musculos permanecia inmóvil y tieso. Ni siquiera sus ojos se podían mover.

    Al mismo instante . La figura de cera comenzó a moverse. Primero, parpadeó, luego estiró los brazos y finalmente tuvo la capacidad de mover sus articulaciones, vacilando se acercó a la puerta de cobertizo y lo abrio. Por primera vez recibía la luz en sus ojos ya animados. . La gente del pueblo sl verlo lo saludaba …. Hola Arturo . Bonito día. Cierto. La figura de cera, ahora con vida, caminaba por la plaza, saludando a todos con una sonrisa.

    Arturo, aunque petrificado, podía ver y oír todo lo que sucedía a su alrededor. Observaba con asombro cómo su creación se desenvolvía en el mundo. La figura de cera, con su nueva identidad, exploraba el pueblo, descubriendo cada rincón y disfrutando de la vida que Arturo había dejado atrás.

    Sin embargo, no todo era perfecto. La figura de cera, al darse cuenta de su nueva libertad, comenzó a desarrollar deseos y ambiciones propias. Quería ser más que una simple réplica de Arturo; quería ser reconocida por sus propios méritos. Empezó a cambiar su apariencia, a vestirse de manera diferente y a tomar decisiones que Arturo nunca hubiera tomado.

    La gente del pueblo comenzó a notar estos cambios y algunos empezaron a sospechar. "¿Qué le ha pasado a Arturo?", se preguntaban. "No parece el mismo de antes". La figura de cera, sintiendo la presión de las expectativas de la gente, comenzó a actuar de manera errática, tratando

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  • 638. La piedra fea (infantil)
    Mar 8 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un joven llamado Miguel que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Miguel era un chico curioso y aventurero, siempre explorando los rincones más recónditos de su entorno. Un día, mientras caminaba por un sendero poco transitado en el bosque, tropezó con algo duro y cayó al suelo. Al levantarse, vio que había una piedra grande y sucia, cubierta de barro y hojas secas. La piedra producía en miguel un atractivo especial pero no sabía que era. Se veía como una piedra normal y cuando trato de golpearla contra otras piedras notaba que esta era especialmente dura.

    Miguel, intrigado por la piedra, la recogió y la observó detenidamente. Era opaca y sin brillo, y parecía no tener ningún valor, pero si le intrigaba que esta piedra era realmente dura. Era sucia y pesada pero de nuevo Miguel sentía que había algo especial en ella. Sin embargo, su curiosidad lo llevó a llevársela a casa.

    Decidio meterla en su sombrero y como pesaba este sombrero con esa piedra adentro. Con cada paso sentía que no valía la pena cargar dicha piedra hasta su casa, que más bien la dejaría a la vera del camino para no sufrir el peso de tener que llevarla. Y así lo hizo, la saco de su sombrero y la tiro al lado del camino. Al caer la piedra produjo un sonido extraño y al golpear con otra piedra esta otra se quebró. Miguel no había visto nunca una piedra que al golpear pudiera producir otra fractura inmediatamente. Eso si era extraño.

    De nuevo sintió que algo importante sucedía con esta piedra que había encontrado. Comenzó a restregarla contra todo aquello que encontraba alrededor y efectivamente veía que todo cedía a la fuerza y dureza de su piedra. Era increíble era dura como nada más.

    Al llegar, decidió limpiarla para ver si había algo especial en ella. Con un balde de agua y un cepillo, comenzó a frotar la piedra con cuidado. Y algunas piezas de barro comenzaron a caer de la roca pero la piedra en si estaba intacta.

    A medida que la suciedad se iba desprendiendo, Miguel notó que la superficie de la piedra era lisa y tenía un brillo tenue. Esto lo motivó a seguir limpiando con más esmero. Pasaron horas y Miguel no se daba por vencido.

    Su padre le había regalado en su cumpleaños un equipo de pulir que tenía abandonado y decidio utilizarlo. Lo saco de debajo de la cama y lo puso sobre la mesa de estudio de su cuarto. Allí fue sacando una a una las herramientas que tenía y se preparo para realmente pulir aquella piedra.

    Utilizó diferentes herramientas para pulir la piedra, desde paños suaves hasta productos especiales para pulir y algún que otro material de pulido para elementos duros. Debía desentrañar el misterio de aquella piedra.

    Con cada pasada, la piedra se volvía más y más resplandeciente. Miguel estaba cada vez más emocionado, pues la piedra comenzaba a mostrar destellos de luz que nunca había visto antes. Finalmente, después de mucho esfuerzo y dedicación, Miguel se dio cuenta de que la piedra no era común y corriente.

    Honestamente no entendía que sucedía. Aquella piedra que había encontrado tirada en el camino sucia y fea realmente comenzaba a mostrar un brillo extraño. Su excitación fue subiendo ya que comprendía que detrás de ese primer vistazo que tanto le disgustaba ya podía intuir que algo hermoso se podría ocultar bajo ese caparazón de suciedad. Algo que no se imaginaba.

    De pronto su corazón comenzó a latir con toda intensidad. Recordó que alguna vez había visto una pequeña piedra como esta en el museo. No lo podía creer. Podía ser un diamante. Un diamante de ese tamaño era increíble y más increíble que se encontrara tirado entre otras miles de piedras. Pero este e

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  • 637. La princesa Inirida y la Flor (Leyenda Guainia Colombia)
    Mar 5 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en las selvas de lo que hoy es Guainía en Colombia una princesa que era hija de el cacique. La belleza de la joven era tan resplandeciente que opacaba el amanecer sobre los ríos que cruzaban aquellas tierras de agua y cielo. Dicen que su piel era tan suave como los pétalos de las flores y sus ojos reflejaban los misterios y los colores de las selva.

    La princesa llamada Inírida tenía muchos pretendientes, entre ellos el viento del norte que le prometía riquezas, el viento del sur que le prometía tierras fértiles y bosques sin fin, el viento del este que le ofrecia el poder sobre los animales de la selva y el viento del oeste que le ofrecía aventuras por todos los ríos de sus tierras.

    Además había allí tres hermanos poderoso que igualmente se sentían enamorados de ella, El príncipe Mavicure, el príncipe mono y el príncipe pajarito. Cada un quería hacerla esposa y pare ello hacían grandes hazanas llevándole grandes regalos y cubriéndola con lisonjas y cuidados. Desencantados los tres hermanos decidieron atraparla pero Inírida que conocía muy bien la selva se internó y los hermanos salieron a perseguirla. Inírida suplico a los dioses que la protegiera de los tres hermanos y los dioses intervinieron transformando a los tres hermanos en 3 cerros de piedras que hoy llevan el nombre de los tres hermanos

    Un día llego a aquellas tierras un hombre que al verla se enamoro profundamente y decidio que ella seria suya. El hombre que conocía muy bien la selva sabía que había una planta llamada puzana que le permitiría enamorar a la esquiva joven.

    Con ella preparo un brebaje y se lo dio a la joven. Desafortunadamente la receta causo en la joven el efecto contrario y la princesa perdió el juicio y salió huyendo a toda prisa de su aldea.

    Llevada por el éxtasis y la demencia Inírida corrió de nuevo a la selva y en su carrera llego hasta el lugar donde los tres hermanos habían sido convertidos en montanas rocosas y con agilidad subió a los alto de el cerro pajarito y allí en lo alto se desmayo.

    El joven trato de seguirla pero la piedra resbalosa como el jabón evito que se acercara a la princesa. Allí al despertar Inírida vio ante sus ojos la magnitud de la selva verde a sus pies y decidio vivir para siempre allí. Y desde allí gobernar el transcurrir de aquellas tierras.

    Y cuentan que los dioses la veían llorar todos los días al caer la noche mientras ella miraba la oscuridad profunda de la selva desde lo alto de aquella roca gigantesca. Y así el cerro pajarito se tiñe de plata cuando las laderas dejan caer las lagrimas de plata de la princesa solitaria.

    Pero una noche los dioses hicieron bajar las estrellas del firmamento y todas rodearon a la princesa triste y sus lagrimas transportaron piedra abajo las estrellas del firmamento. Y cuando llego el día en la base de la montana entre los claros que deja la espesura de aquella selva comenzó a salir una flor de color rojo en forma de estrella. Una flor que durante todo el ano permanece florecida y que va cambiando de color a medida que la princesa cambia de emociones, Siendo más brillante si ella esta alegre y más apagada si el princesa esta triste.

    Y dicen los indios Puinabes habitantes de aquella que durante el anos le cantan a la princesa Inírida para que mantenga el color rojo brillante en la flor de Inírida. La más bella flor de la amazonia.

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  • 636. Nanabozho y el diluvio (leyenda Chippewa)
    Mar 3 2025

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un indio Chippewa llamado Nanabozho que regresó a su cabaña en lo que hoy es la provincia de Ontario. Nanaboso después de un largo viaje, echó de menos a su joven primo que vivía con él. Llamó al primo por su nombre, pero no recibió respuesta. Mirando a su alrededor en la arena en busca de huellas, Nanabozho se sobresaltó por el rastro de la Gran Serpiente. Entonces supo que su primo había sido capturado por su enemigo.

    Nanabozho recogió su arco y sus flechas y siguió el rastro de la serpiente. Pasó el gran río, escaló montañas y cruzó valles hasta llegar a las orillas de un lago profundo y sombrío. Ahora se llama Lago Manitou, Lago de los Espíritus y también el Lago de los Diablos. El rastro de la Gran Serpiente conducía a la orilla del agua.

    Nanabozho podía ver, en el fondo del lago, la casa de la Gran Serpiente. Estaba llena de espíritus malignos, que eran sus siervos y sus compañeros. Sus formas eran monstruosas y terribles. La mayoría de ellos, al igual que su amo, se parecían a los espíritus. En el centro de este horrible grupo estaba la Gran Serpiente en persona, enroscando su aterradora longitud alrededor del primo de Nanabozho.

    La cabeza de la Serpiente era roja como la sangre. Sus ojos feroces brillaban como el fuego. Todo su cuerpo estaba armado con escamas duras y relucientes de todos los colores y matices. Mirando hacia abajo a estos espíritus retorcidos del mal, Nanabozho decidió que se vengaría de ellos por la muerte de su primo.

    Dijo a las nubes: "¡Desaparece!" Y las nubes se perdieron de vista.

    —¡Vientos, quietos de una vez! Y los vientos se calmaron.

    Cuando el aire sobre el lago de los espíritus malignos se había estancado, Nanabozho le dijo al sol: "Brilla sobre el lago con toda la fiereza que puedas. Haz hervir el agua".

    De esta manera, pensó Nanabozho, obligaría a la Gran Serpiente a buscar la fresca sombra de los árboles que crecían en las orillas del lago. Allí se apoderaría del enemigo y se vengaría.

    Después de dar sus órdenes, Nanabozho tomó su arco y flechas y se colocó cerca del lugar donde pensó que las serpientes vendrían a disfrutar de la sombra. Luego se transformó en el tocón roto de un árbol marchito.

    Los vientos se calmaron, el aire se estancó y el sol lanzó rayos calientes desde un cielo sin nubes. Con el tiempo, el agua del lago se agitó y las burbujas subieron a la superficie. Los rayos del sol habían penetrado hasta el hogar de las serpientes. Mientras el agua burbujeaba y espumaba, una serpiente levantó la cabeza por encima del centro del lago y miró alrededor de las orillas. Pronto otra serpiente salió a la superficie. Ambos escucharon los pasos de Nanabozho, pero no lo escucharon en ninguna parte.

    "Nanabozho está durmiendo", se decían unos a otros. Y luego se sumergieron bajo las aguas, que parecían silbar al cerrarse sobre los espíritus malignos.

    Poco después, el lago se volvió más turbulento. Su agua hervía desde sus mismas profundidades, y las olas calientes se estrellaban salvajemente contra las rocas de sus orillas. Pronto la Gran Serpiente llegó lentamente a la superficie del agua y se movió hacia la orilla. Su cresta de color rojo sangre brillaba. El reflejo de sus escamas era cegador, tan cegador como el brillo de un bosque cubierto de aguanieve bajo el sol invernal. Fue seguido por todos los espíritus malignos. Tan grande era su número que pronto cubrieron las orillas del lago.

    Cuando vieron el tocón roto del árbol marchito, sospecharon que podría ser uno de los disfraces de Nanabozho. Conocían su astucia. Una de las serpientes se acercó al tocón, lo rodeó con su cola y trató de arrastrarlo hacia el lago. Nanabozho apenas

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