• 642. La aguja y el hilo

  • Mar 17 2025
  • Duración: 5 m
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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Había una vez una modista que era reconocida por su habilidad para cocer elegantes vestidos. Esta modista era usualmente llamada por la princesa cuando iba a participar de una fiesta en aquel reino.

    La costurera hábil y dedicada recibió el emisario de la princesa en su taller con el urgente llamado para que fuera lo antes posible a las habitaciones de la reina para que le cociera un vestido de fiesta. Raudo salió la costurera hacia el castillo con sus equipo de cocer y allí encontró junto a la princesa una bella tela de tonos plateados y dorados que estaba lista para ser cortada y cocida formando el vestido.

    La Costurera tomo las medidas de la princesa, y con agilidad corto la tela utilizando para ellos los patrones de un excelente y majestuoso vestido. Allí mismo saco con gran pulcritud la aguja y un carrete de hilo de igual color que la tela. Tomando uno a uno los pedazos de tela cortados y con hábiles manos empezó a juntar los pedazos de aquella tela suave, sedosa y brillante.

    Mientras la costurera trabajaba, la aguja que la costurera tenía en sus manos comenzó a dirigirse hacia el hilo que tenía pasando por su orificio mientras que orgullosa de su papel en la faena de configuración de vestidos le decía.:

    Oye tu señor hilo, te has dada cuenta como la costurera esta totalmente pendiente de mi. Yo soy la única que le puedo ofrecer a ella la habilidad de pasar entre los sedosos pliegues de la tela. Soy yo la que va de aquí para allá en sus dedos, pegadita a ellos, perforando hacia abajo y hacia arriba, sin duda alguna yo soy la que tengo el poder de crear la magia.

    El hilo, sin responder, simplemente continuaba su camino. Cada orificio que la aguja abria por la aguja era llenado en seguida por él, sin decir nada. Simplemente permanecía atento y callado. Su función era cumplir con su trabajo y sabía que no debía prestar atención a nada más y menos a palabras necias. silencioso y activo, como quien sabe lo que hace y sabiendo que nada ganaba tratando de debatir con las palabras insensatas. La aguja, viendo que no le respondía, también calló y prosiguió su camino a lo largo de aquel bello vestido. Y era todo silencio en la salita de costura; no se oía más que el plicplic-plicplic de la aguja en la tela.

    La costurera trabajó incansablemente, día tras día. Cuando caía el sol, doblaba la prenda hasta el otro día y cuando salía el sol prosiguió con su tarea, hasta que el cuarto día terminó su obra y aguardó la velada del baile.

    Llegó esa noche, y la princesa se preparó para el evento. La costurera como es la costumbre le ayudo a vestirse prestando atención a cada detalle y para ello llevaba siempre la aguja en su pechera para que rápidamente pudiera solucionar algún detalle de ultimo momento

    Mientras terminaba el vestido de la bella dama, tirando de un lado y de otro, recogiendo de aquí o de allá, alisando, abotonando, abrochando… el hilo, para mofarse de la aguja, le preguntó:

    Hoja Aguja llego el momento final

    —Y bien, dígame ahora quién irá al baile en el cuerpo de la princesa, quien hace parte del vestido y la elegancia de la princesa. Quien va a acompañar a la princesa en cada momento mientras baila con los diplomáticos más importantes de la región. Quien escuchara la música y podrá danzar con cada tonada. Pero usted mi querida aguja volverá al oscuro cajon del costurero donde deberá permanecer mucho tiempo hasta que haya otro vestido. Yo en cambio estaré con la princesa disfrutando de palacio.

    La aguja no dijo nada; pero un alfiler,

    —Espero que hayas aprendido, la lección. Te ufanas de hacer tu trabajo y no entiendes que solo debes sentirte orgullosa de ti misma, sea po

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